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¿Por qué mi bebé llora sin sentido? El responsable es el cerebro reptiliano.
Estrés
familiar… yo me estreso, mis hijos se estresan…
Esta es una temática
que deseo abordar desde hace algún tiempo, ya que es una dinámica familiar de
lo mas común y que suele pasar desapercibida.
Un ejemplo evidente,
pero al cual no damos lectura es cuando un bebé llora sin sentido en brazos de
uno de sus padres, que al ser tomado por otra persona se calma casi al
instante.
En ese
momento circulan energías poco manifiestas que los bebés desde su instinto puro
logran percibir y reaccionan en forma primitiva.
Ellos saben
de nuestros nervios, de nuestras inseguridades, de nuestra falta de atención.
Recuerdo que,
durante el bautismo de mi hijo menor, llena la casa de gente, él se sentía
agobiado seguramente a causa del bullicio y de esa invasión de gente, y yo estaba
preocupada atendiendo todo y a todos. A mi bebé se lo notaba cansado, pero ante
mis intentos de tomarlo en brazos y hacerlo dormir lloraba con gran molestia.
En aquel
momento inserta en una lluvia de cosas que atender, no podía entender que le
sucedía. Continué con estos intentos fallidos por tranquilizarlo, generando
exactamente lo opuesto, cada vez se ponía mas nervioso e irritable al igual que
yo. Uno comienza a intranquilizarse aún más y la situación termina convirtiéndose
en una bola de nieve plagada de nerviosismo y stress.
Ahora volveré
a citar a las neurociencias como ya en algún momento hice, ellas son las que
dan cuenta de que el que domina estas situaciones es nuestro cerebro primitivo
que subyace en las profundidades de nuestro cerebro humano.
El cerebro
reptiliano como se lo suele llamar, es el encargado de respuestas instintivas y
de supervivencia.
De un modo
primitivo e instintivo los bebés y niños pequeños se rigen por los principios básicos
del cerebro reptiliano ya que aún no se encuentra totalmente desarrollada su
psiquis, como se diría en psicología, no poseen aún aprendizajes sociales suficientes
de ética y moral que le permitan un juicio guiado por la razón.
Debo deciles
que nosotros mismos muchas veces actuamos por indicaciones de este cerebro,
aunque luego lo razonemos y hasta nos arrepintamos de lo sucedido. Es entonces
cuando el instinto prima y en instantes resuelve en post de nuestra
supervivencia según lecturas primitivas de lo que sucede en nuestro entorno.
Los bebés actúan
primariamente de este modo y al percibir nerviosismo, ruidos o tonos de voz
elevados, los siente amenazantes. Es el llanto la única forma que poseen para “huir”
o “atacar”, que son los principios básicos de la supervivencia, a tan temprana
edad.
Es aquí
donde introduzco la idea que les planteaba al comienzo: “Yo me estreso, mis
hijos se estresan” ya que a un nivel primitivo podríamos decir, les transmitimos
nuestro estrés o ellos mismos lo perciben.
La
definición principal del “estrés” explica con bastante claridad estos
mecanismos puestos en juego.
“El estrés (del latín
stringere 'apretar' a través de su derivado en inglés stress 'fatiga de
material') es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego
diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como
amenazante o de demanda incrementada.”
Los bebés o
niños pequeños ante la percepción de algo como amenazante, con sus escasos y
primitivos recursos, no pueden hacer más que estresarse. Reaccionan ante algo o
alguien que se perciben como amenazantes, aunque esa sea su casa, su entorno, a
pesar de sabernos su madre, a pesar de ese fuerte lazo, siempre primara el
instinto de supervivencia.
Recuerdo
como mamá primeriza me toco con mi hijo mayor, que su primera noche de vida viviéramos
lo que llaman el estrés del recién nacido. No paró de llorar desconsoladamente en
toda la noche, como imaginarán el contexto de inseguridades de las madres
primerizas, sumado a una habitación muy estimulante con colores llamativos, fue
un combo explosivo para que bebé y mamá entráramos en un estrés gigante y
compartido, cual bola de nieve imparable.
Les podría
contar muchas experiencias propias, que me han pasado con mis hijos, porque a
mi también me pasan las mismas cosas que ustedes.
Ya les he
comentado que lejos de lo que muchos pueden pensar, la formación académica que
uno tiene, lo que lee o incluso teoriza, a veces cae por la borda, por esto
mismo que les vengo contando, el cerebro reptiliano es el que manda y a veces
no da el tiempo suficiente a nuestro neocortex (cerebro humano) para reaccionar;
le gana de primera como quien diría, porque es sumamente rápido, porque en
temas de supervivencia hay que ser muy rápidos, no les parece.
Debo decirles
que ante estas situaciones vale mucho más la experiencia que las teorías, aunque
debo aceptar que influyen un poco en reformular las conductas que sabemos erróneas.
Mi
sugerencia como mamá será que, si se sienten nerviosas angustiadas o inseguras,
puedan delegar en otra persona o hasta confiar en que sus bebés con capacidad
de autonomía e instinto lograran dormir solos, en una habitación armónica y
silenciosa.
Tomen mi humilde
asesoramiento decorativo o de ambientación, nada de colores fuertes, ni
escenografías dramáticas, los gráficos de animales y el exceso de ambientación
pueden ser muy bellos para nosotros adultos, pero para ellos que vienen de 9
meses con sonidos armónicos y ambiente incoloro, libres de aromas extraños y
texturas, seguramente sentirán amenazante nuestros esfuerzo decorativos y
estimulantes.
¡Cuidado! No
me mal interpreten.
No les digo
que no los estimules, es importante hacerlo, pero paulatina e intencionalmente
en momentos de vigilia, es importante delimitar los momentos y espacios
adecuados.
Los niños
demandan rutinas y organización, los hace sentir seguros un entorno predecible,
sin pautas claras se sentirán estresados y hasta amenazados.
Espero que mis humildes consejos les sean de utilidad.
Gracias por acompañarme
Lorena
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