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Hoy he
decidido abordar un tema algo diferente, aunque quizás no tanto de la
maternidad.
Es algo más
que sucede en el adentro de las familias, de lo cual mucho no se habla, tal vez
por miedo, prejuicios o vaya a saber por qué. Pero es algo que de verdad sucede
tarde o temprano.
Quien, no
recordará alguna vivencia que confirme lo que hoy quiero compartir con ustedes.
En algún
momento del desarrollo evolutivo de las familias se van cumplimentando etapas
cíclicas.
Llega, en
algún momento, como parte de la vida misma la necesidad y dependencia de otros,
aunque ya seamos adultos.
Si bien es
importante mencionar que “siempre”, de alguna manera “dependemos” de “otros”,
ya que somos seres sociales por excelencia, hay ocasiones donde la edad madura
o circunstancias imprevistas agravan esa dependencia tornándola más que
necesaria.
Muchas
veces, nuestros propios padres pasan a ocupar un lugar de dependencia tal, que
se convierten un poco, en nuestros hijos.
“Ahora es el momento de ellos, nuestros padres, en una
ecuación exactamente opuesta y proporcional a la que les planteaba con los
hijos, pero de la cual, diría, obtenemos los mismos resultados, nos vinculamos
con ellos, los que nos constituyeron como persona.
(…)
Cuando el mito popular dice que se vuelven como niños, a lo
que en realidad hace referencia es a este vínculo que se ha transformado.
Ahora somos nosotras quienes cargamos la mochila de la
responsabilidad, del respeto y cumplimiento de las normas y convenciones. Yo
creo que a ellos sencillamente no les interesa, dejó de ser algo importante en
sus vidas. Puede haber sido tal vez a causa de que nosotros mismos hemos
crecido y los liberamos de esa responsabilidad de cuidado y dependencia. No se,
es lo que humildemente creo.
No sabemos bien que es lo que les sucede, cuando lleguemos a
su edad quizás podamos vislumbrar algún dato razonable.
Puede ser que estén satisfechos ya con su trabajo social y
que sea solo un tema de sentimientos, como todo en esta vida, de sentir que
ahora le corresponde a otros.
Ese es nuestro lugar ahora, el de las responsabilidades, el
cumplimiento del deber, de cuidar de todos y todo el tiempo.
Inexorablemente nos convertimos un poco en sus padres.
Negando siempre las características compartidas y heredadas. Cada vez más nos
acercamos a ellos sin saberlo, copiando los modelos que tuvimos de ellos.
Ellos que fueron nuestros primeros y últimos maestros. Ellos
que con su ejemplo y sin percibirlo, ni ellos ni nosotros, nos fueron moldeando
cual arcilla de dios, a su imagen y semejanza.
Mayormente nuestro sentimiento es de deuda, de obligación
para con ellos, aunque suene feo, sabemos que es así. Habrá distintas medidas
de deuda o agradecimiento, pero esa es la esencia, aunque intentemos negarla.
Los vemos ahora frágiles, dejando atrás las fortalezas que
conocimos y sentimos la necesidad de cuidarlos, de protegerlos, de
acompañarlos, aunque no nos hagan caso, a pesar de sus inconciencias o locuras.
Cual adolescentes rebeldes muchas veces se niegan a cumplir con lo que se les
aconseja, con las recomendaciones de salud o seguridad. No creo que esto
radique en la inconciencia, simplemente no les importa, “están mas allá” o “de
vuelta”, como se suele escuchar.”
Y ahora se ha sumado esta PANDEMIA…
“Les llevamos de todo, les preparamos
el kit anti Covid, les consultamos hasta hartarlos, para saber si están
haciendo todo bien. Pero cuidado, todo bien a nuestro modo, nunca al de ellos,
porque ahora las que saben como hacer las cosas somos nosotras.
Esta cuarentena nos obliga a alejarnos, con todo lo que
implica y con todo lo que conlleva. Justo ahora es tan difícil acompañarlos a
ellos que son tanto en nuestras vidas. Nos es tan difícil hacerlos entrar en
razones, seguramente no quieran entrar en razones, porque les importa más el
sentimiento. Ellos prefieren sentirse útiles, sentirse libres y poderosos.
Y se buscará la manera, como siempre, para sortear los
obstáculos para acomodar las cosas y cargar una mochila nueva. Se buscará la
manera de acompañarlos y sostenerlos, así como ellos lo hicieron con nosotros.
Ojo que esto que les cuento en general no es consciente, solemos no darnos
cuenta, no sentirlo así, ni ellos ni nosotros. Simplemente así lo hacemos desde
sentimientos profundos e inexplicables.
Nuestros padres son luz en nuestro camino, con sus virtudes,
sus defectos, sus aciertos y errores. Siempre permanecerán en la esencia más
profunda de nuestro ser, como nosotros permaneceremos en nuestros hijos.
Miles de desaciertos no podrán jamás diluir esa esencia,
aunque la neguemos, aunque la olvidemos.
La tolerancia y el perdón, aunque no podamos jamás
comprenderlos, ayudarán a transitarlo todo… y ahí estaremos… seguramente… para
ellos también.
Ellos que hoy son más frágiles que ayer, más inconscientes y
despreocupados, menos temerosos y más irreverentes. Quizás ellos ya han
aprendido algo que nosotros aún no podemos, o quizás se han despojado de las
mochilas que nosotros cargamos hoy. Y simple y sencillamente, se sienten más
livianos.” (Fragmento
del libro “Cuarentonas en cuarentena… ahora también con covid. Sobrevivir a los
40 y no morir en el intento” disponible aquí en Kindle de Amazon)
Vienen a mi mente recuerdos de mi abuela, mujer
longeva y de carácter fuerte, que hemos de reconocer, nunca lo ocultó. Mi
abuela con mas de 90 años tuvo que permanecer en un hogar de ancianos, con algo
de demencia senil, ausencias y demencias momentáneas, nunca dejó de imponerse y
de dar batalla contra todo y contra todos… solía levantar su bastón y golpear a
una de sus compañeras… aunque nunca supimos sus motivos, ella siempre demostró ser
fiel a su esencia.
Mi madre,
aunque no llego a edad tan avanzada, en sus últimos años de vida, mostró una
rebeldía característica de los años 60… vivencias de su juventud.
A nosotros
seguramente también nos tocará, será momento de olvidar las composturas y dejar
de lado las reglas… yo creo que de algún modo esta bien que así sea… ¿no les
parece?
Aqui les dejo el enlace a nuestro canal de Youtube
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