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Hoy como cada jueves les acerco mis reflexiones "familiares"a través de este este blog.
Al momento de comenzar a escribirles, me preguntaba sobre el tema a tratar.
Sabrán ustedes que soy mamá, y como me gusta escribir en cada uno de mis libros y referencias personales, este es el trabajo más importante de mi vida, al cual le he dedicado muchos años y gran esfuerzo.
Si bien es muy fácil deducir que siempre me he sentido muy cercana a los niños. La elección de la carrera profesional que he seguido así lo confirma.
Considero que en ellos, nuestros niños y niñas, radica todo nuestro potencial como sociedad y raza humana, sencillamente, ellos son nuestro futuro
Mi profesión de ser mamá inició con el siglo, ya próximo a cumplirse 20 años.
En el 2008 se reafirmó con mi segundo hijo y en 2012 con el último.
Cuando inician mis reflexiones filosóficas, suelo pensar como, inevitablemente, con cada uno de ellos he sido una mamá diferente. Esto es algo que sucede completamente por fuera de nuestro control. Las influencias del medio, del momento histórico general y el de nuestras vidas en particular hace que así suceda.
Del mismo modo, mis reflexiones me llevan a pensar también sobre el hecho de ser mamá primeriza o experimentada. Como la experiencia adquirida con los hijos mayores a veces "suma" y otras tantas "resta", cómo cada hijo nos presenta nuevos desafíos e incertidumbres logrando que por momentos "se nos quemen todos los papeles" (diría mi mamá) resultando poco útil la experiencia ganada.
Cuando las mujeres están dando los primeros pasos en esta difícil, pero hermosa tarea de ser mamá, suelen pensar que aquellas mamás experimentadas tendrán más herramientas para enfrentar los desafíos, que les será más fácil afrontar, decidir y educar.
Debo decirles que no siempre es así, si bien es cierto que hemos adquirido experiencia y algunas herramientas extras, no siempre sirven para los nuevos retoños.
Deseo que me permitan compartir con ustedes estas reflexiones plasmadas en mi libro "Cuarentonas en cuarentena... ahora también con corona. Sobrevivir a los 40 y no morir en el intento", acerca de este vínculo de madres e hijos, que nos arrasa inevitablemente con un mar de emociones que merecen ser "sentidas".
"Los
hijos a los 40
En este aspecto por sobre todos los
demás debemos hablar de sentimientos, ni la razón, ni el hábito, ni el
ejercicio superan al sentir.
La maternidad es principal y
secundariamente sentimientos.
Al escribir estas reflexiones se me
vienen a la mente palabras que resuenan con frecuencia en mi mente, palabras de
una profesora de la universidad, ella era médica y psicóloga, eximia y
renombrada profesional, también madre de cinco hijos. Por aquel entonces yo
tenía unos 20 años y ella se convirtió en mi “ídola”, modelo a seguir y digna
de ser admirada. Yo, con apenas 20 años, no podía imaginar cómo esa mujer que
apenas estaba llegando a los 50 años había transitado y construido tanto. Esa
inteligente mujer habló con orgullo de su rol de madre, nos dijo que ante la
crianza de sus hijos ella se limitaba a “ser” madre y que allí y sólo entonces
olvidaba todos sus títulos y hasta sus conocimientos académicos, porque ante
todo y en primer lugar sentía y actuaba desde el ser mamá; y redobló la apuesta
diciendo que estaba muy bien que así sea porque nuestros hijos necesitan a su
mamá… nada más y nada menos… yo agregaría, con sus aciertos y sus errores. Aquella
mujer llena de humildad me dejó uno de las mayores enseñanzas.
Les voy a contar un poco mi mirada
acerca de lo que implica “ser mamá”, recordando siempre que no existe manual de
uso o instrucciones. Y que siendo realistas, no creo que sirviera de mucho si
existiera.
Estamos aquellas que con 40 cumplidos ya
llevamos cerca de dos décadas de ejercicio de la maternidad, que al cumplir la
mayoría de edad como madres, junto a la mayoría de edad de nuestros hijos, nos
sentimos en un estado de “adultez maternal”. Que alguna vez en conversaciones
cercanas con nuestros hijos mayores, casi adultos ya, les hemos explicado la inexorable
realidad de ser mamas primerizas y como lo aprendimos junto a ellos. Les
recordamos que crecimos junto a ellos y que cada paso era un nuevo desafío
plagado de temores y equivocaciones. Vivimos sabiendo que nos hemos caído y
levantado, a veces junto a ellos y otras veces en la vereda de enfrente, pero
también sabemos, que siempre e indiscutiblemente nos guió el amor que les
tenemos, que hasta el fin del mundo iríamos por ellos si así fuera necesario y
que con amor todo se perdona y olvida.
Heme aquí hoy siendo una mamá adulta,
mayor de edad digo. Esta mayoría de edad como mamá me da libertades que antes
no me permitía, poder confiar en mi experiencia, prever algunas cosas que creo
sucederán, hablar con ellos con cierta seguridad que antes no tenía, poder
romper con modelos establecidos y costumbres aprendidas, permitirme salir con
llave propia y por la puerta delantera de este rol de madre, que amo pero que por momentos puedo dejar
para ser amiga, amante, hija, profesional, hermana, esposa, colega, vecina,
mujer, para volver luego, también por la puerta grande, a ese mismo rol de
madre sin reproches ni remordimientos.
Están también esas mamas, las que
llegando a los 40 decidieron o simplemente les sucedió la primicia maravillosa
de ser mamas. Ser mamá a los 40 no planteará otros desafíos, son siempre los
mismo, solamente nos encuentra en otra etapa de nuestras vidas en otro estado
de madurez. Ya llegaran todos y cada una de las metas y desafíos, nosotras
estaremos diferentes, mas maduras seguramente, aunque también con mayor
conciencia de todo.
Desde lo personal continuo en diferentes momentos con cada uno de mis hijos, cada uno de ellos me presenta diferentes desafíos y vivencias, donde de poco sirve la experiencia. La experiencia nos sirve a nosotras para estar mejor plantadas, ni más ni menos. (...)
Ser mamá nos remite a una relación única
con cada uno de ellos, nuestras crías, en una díada que no permite
interferencias, aunque sí influencias.
No pueden negar que se han preocupado
ante la aparición de la pandemia, sea del modo que sea.
Con un sentimiento visceral e
inexplicable que desechaba las afirmaciones científicas acerca de los grupos de
riesgo o no riesgo. Aunque exista una probabilidad estadística ínfima de
afectación para ellos, cualquier estadística se torna inválida ante nuestro
sentimiento y necesidad de protegerlos, ahora y siempre. Independientemente de
su edad o independencia.
(...)
Todas y cada una de nuestras crías serán
defendidas con uñas y dientes y protegidas de todas las formas posibles, e
imposibles…
No han de salir… pero por ellos
saldremos… por ellos moriremos si es necesario…
Aunque sean niños, grandes, caprichosos,
malcriados o mejor dicho mal aprendidos. Las disputas con ellos son parte de la
sazón cotidiana, causa indiscutible de abrir los ojos en las mañanas, aunque a
veces sus palabras y actitudes nos atraviesen cual lanza y nos partan a la
mitad. También nos dan la posibilidad de rearmarnos, de levantarnos y volver al
ruedo diferentes y aún más fuertes.
Ellos tan nuestros y a su vez tan
extraños y tan ellos. Por supuesto que es genial que así sea, que puedan y
deban ser ellos, pero que aún en los más mínimos detalles de sus actos y de su
ser nos podamos encontrar cuando nos sentimos perdidas.
Un gesto, un tono, la forma de reír o
llorar nos enlaza de nuevo a su ser, el de cada uno de ellos, con sus
diferencias y particularidades, porque innegablemente hay algo de nosotras en
su esencia."
Luego de expresar un poco los intensos sentimientos maternales mediante estas palabras, sólo me queda afirmar, desde mi experiencia, que ser mamá primeriza o no, poco modifica los desafíos que se nos presentan o las acciones que implementamos.
Cada hijo desde su individualidad y unicidad, nos planteará, inevitablemente, nuevos desafíos.
En muchas ocasiones será tan fuerte la sorpresa, que nos desestabilizará desde los cimientos mismo de nuestro sentir como mamá. Y creo que este es el punto clave, ya que los sentimientos nublan la razón e ignoran las experiencias.
Les puedo asegurar que soy tres mamas y no una, soy una con cada uno de mis niños. Y piensen ustedes que he procreado a tres varones, pero hasta esto pasa a segundo plano. Cada uno de ellos es tan único, con gustos diversos y respuestas hasta antagónicas en ocasiones similares.
A partir de aquí quizás estén pensando en las comparaciones... Debo confesar que es inevitable la comparación...el que diga lo contrario no esta siendo sincero.
Respecto a ello habrá que analizar, las formas, los contextos y el juicio que se ejerce sobre ella.
Pero esto será análisis para otro momento.
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